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La Sangre, la clave de nuestra santidad

  • Daniel Salas
  • 26 feb 2015
  • 3 Min. de lectura

La Sangre

Hebreos 9:22

"Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión."

9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,

9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

9:13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,

9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Siempre hubo desde Adán en el Edén, con el pecado original, hasta la muerte de Jesús como lo establece la ley, derramamiento de sangre para perdonar el pecado (Expiar), pero inclusive ese derramamiento de sangre animal no hacia perfectos a los pecadores, por ello no podía salvar a nadie de la condenación eterna.

Esto nos hace considerar que la razón por la que Dios demandaba estos sacrificios al hombre, era por algo más profundo que un acto de penalización por el pecado, y está vinculado con la reacción de la humanidad ante estos actos sacrificiales.

Si, Dios establece sacrificios animales como necesarios ante él, para que el hombre pudiese liberarse de su pecado, pero ningún sacrificio por magno que fuese, podía traerle salvación a ningún ser humano. Entonces, la razón por la cual los exigía, iba más allá de ser una sombra de lo que significaría el sacrificio de Jesús.

Estos sacrificios obraban en la consciencia del individuo al pecar, haciéndole consiente de la repercusión, y gravedad de sus actos, su condición.

Para contextualizar un poco: El animal, o el bien material que se debía ofrecer para sacrificio, debía tener cualidades especiales, y sobresalientes ante los demás bienes de cualquier hombre, por ello, debía ser un sacrificio que le costara al culpable (1 crónicas 21: 24).

Dentro de un sanguinario evento donde el sacerdote degollaba la víctima, y derramaba su sangre, el animal sufría mientras el hombre culpable le observaba. Esto debía ser muy impactante, el ojo de quien lo presenciara debía ser conmocionado, y más sabiendo, que aquel animalito no tenia la culpa por lo que sufría.

Otra forma sacrificial, era ofrecer alguna cosecha para ser quemada ante Dios, cosas las cuales podrían ser consideradas gran desperdicio económico, pero que le mostraban al hombre las profundidades de su error cometido, y mantendrían vigente su compromiso de no volver al pecado.

Si el sacrificio continuo de bienes materiales y animales, podía mantener al hombre cerca de su responsabilidad al pecar, entonces también le haría pensar mucho mejor las cosas, antes que faltar a un mandamiento del Señor.

Hoy en día, no tenemos la responsabilidad de traer estos sacrificios ante El Señor. El mismo se proveyó de un sacrificio perfecto, que nos redimió completamente. Jesús en la cruz, cada gota de sangre, sudor y agua, representan para nosotros el sacrificio que jamás debemos perder de vista.

Podríamos decir que La clave de la santidad se encuentra en mantener presente, y anclado en nuestras consciencias el sacrificio de Jesucristo por nuestras vidas.

En detalle, todo lo que El sufrió no lo vimos, pero si podemos imaginarlo, y pedirle al Espíritu Santo que nos lo revele.

Despertar ante esta verdad, es lo que mantendrá a la generación que vive la mayor descomposición moral, en santidad.

Oración: Ayúdame Espíritu Santo a vivir con una conciencia plena y real del peso, la consecuencia y el dolor que causó mi pecado sobre ti. Sólo allí encontraré lo que tu corazón siente ante el pecado, y lo repudiaré con todas mis fuerzas, en medio de un mundo que se prepara para recibir como líder al hombre de pecado; yo quiero ser Santo, como tú eres Santo, En el glorioso nombre de Jesucristo Amén.

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PERO CUANDO VENGA EL HIJO DEL HOMBRE, ¿HALLARA FE EN LA TIERRA? Lucas 18: 8

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